10 de diciembre de 2012

Generaciones

Imagen: Erika Lugo


La sabiduría se transmite de madres a hijas, de mujer a mujer. Ahora se que tenemos una especie de 'poder oculto' entre nosotras. Buscamos arañas con las que tejer nuestra propia red. A pesar de vivir en un tiempo en el que todo el mundo va a sus propios asuntos sin importarle demasiado o nada los de los demás. Y no me refiero a cotillear, que de eso vamos sobrados.

Aun cuando muchas mujeres no tenemos tribu con la que criar. Aun así, están las madres, seres (en su mayoría) incondicionalmente inalterables al paso de los tiempos. Esos seres protectores que te tienen en el pensamiento cada día. Esos que desean tu bien por encima del suyo. Esos que son capaces de ver en unos ojos perfectamente maquillados, que lloraron hace horas. Esos que saben que algo te ocurre con sólo atravesar el umbral de la puerta. Esos que dan los abrazos más reconfortantes del mundo. Esos que sabes ahí. Siempre. Que arropan, protegen, sacan sus garras de osa si han de defender a sus cachorros, por adultos que éstos sean. Esos que sienten parte de su propio ser a los retoños de sus crecidas crías. Esos que transmiten toda su sabiduría a coste cero, que dan sentido a la palabra altruísmo. Esos seres que ocupan un espacio tan grande en tu vida, que si dejan de estar en ella, es imposible rellenar el vacío que dejan.

La preciosa ilustración que acompaña este post es representativa de tal magnitud, si nos la imaginamos sin esa gran madre sabia que protege, sostiene, transmite y enseña atrás. No hay hojas, ni flores, ni calor, ni abrazos. Un sencillo y aplastante vacío tras de tí si te identificas, como yo, con la mujer del medio. Detrás existe 'la nada', un precipicio por el que no conviene asomarse demasiado. Tan sólo queda un reflejo de luz, en tu interior, de esa gran madre sabia que ya no está. Y lo atesoras entre las fuertes paredes de tu corazón para que no escape nunca.
Creas tu propio camino, con tu cría protegida entre tus brazos y una espalda más ancha para absorber la carencia generacional existente. Así que pasas a visualizarte como la madre generacional que te faltó a tí. Y sueñas con llegar a ser esa gran madre sabia que protege, sostiene, transmite y enseña; atrás, cuando tu cría, ya mujer, vuelva a hacerte madre algún día.

Mireia


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