10 de febrero de 2010

Pronación dolorosa

Hace unas semanas, tuvimos que ir al hospital con la niña porque tuvo una pronación dolorosa en el brazo. Gracias a que en el verano me habían pasado un documento que hablaba de ella, en seguida reconocí lo que le pasaba y fuimos al hospital para que se lo colocasen bien; tardaron dos segundos y tal y como se lo pusieron bien, no quedó más resquicio de dolor o inflamación alguna.
Como es información muy útil, tanto para papás de preescolares como para futuros y además está muy bien explicada, os la traigo aquí desde la AEPED:



¿Qué es?
La pronación dolorosa o subluxación de la cabeza del radio es una lesión leve, aunque aparatosa, producida por un tipo especial de torcedura brusca del codo, frecuente en los niños preescolares. Tanto es así que también se conoce como “codo de niñera”. Lo más habitual es que el niño (de entre 1 y 4 años), sin golpe previo aparente, deje de mover el brazo y lo coloque pegado al cuerpo. A veces, porque le duele, se lo sujeta con la otra mano. Si se le toca ese brazo, se queja y llora. Como es posible que no sepa localizar el dolor, a menudo parece que el problema se encuentra en el hombro o en la muñeca.

A pesar de que es una lesión leve, los padres o la persona que cuida al niño tienen la sensación de que puede tener algún hueso roto.


¿Cómo se produce?
Aunque hemos dicho que la lesión se produce sin traumatismo previo, suele ocurrir cuando el niño no quiere caminar y su acompañante tira de la mano o bien cuando, caminando normalmente y llevado de la mano, el niño tropieza y para sujetarle tiramos de su brazo para evitar que se caiga. Con este mecanismo, un ligamento con forma de rodete que se encuentra alrededor de uno de los huesos que forman el codo, en este caso el radio, se desplaza y en vez de rodear el extremo de este hueso queda atrapado entre dos, con lo cual queda bloqueada la articulación, el codo no puede extenderse del todo, el antebrazo no se puede girar y duele. Al ser una lesión en la que no hay afectación del hueso, no es necesario hacer radiografías para diagnosticarlo, porque no hay ninguna fractura. La única complicación posible es su tendencia a repetirse.

Si tuviéramos que buscarle un símil, y salvando las diferencia, sería algo parecido a lo que ocurre cuando paseamos en bicicleta y se sale la cadena. No hay nada roto, sólo está fuera de su lugar, pero no funciona. En el caso del codo es algo peor porque duele.


¿Cómo se trata?
Ya hemos dicho que es una lesión leve, pero para su curación requiere una maniobra que coloque el ligamento en su lugar, es lo que se llama reducción. Es más difícil de explicar que de realizar. Para desbloquear el antebrazo deberemos invertir el mecanismo de producción de la lesión: se tira con suavidad del antebrazo, cogido por la muñeca y colocando el pulgar de la otra mano sobre la cara anterior de la cabeza del radio (para localizarla podemos situar nuestro pulgar sobre la uña del pulgar del niño y, siguiendo éste, mover nuestro dedo por el borde del antebrazo hasta llegar a la zona de flexión del codo); se va girando lentamente el antebrazo de modo que el pulgar del niño se vaya alejando de su cuerpo, a la vez que flexionamos el codo. El desbloqueo tiene lugar cuando notamos un resalte o clic en el lugar donde tenemos colocado el dedo pulgar. El niño recupera de inmediato la movilidad y si la lesión era reciente, deja de doler y el niño de llorar.

Siguiendo con el símil de la bicicleta, situar la cadena en su lugar es relativamente sencillo y nada más colocarla adecuadamente podemos seguir paseando. Además, para realizar ambas maniobras se requiere algún conocimiento, cierta habilidad y es casi imprescindible algo de experiencia. Por eso, aunque esto es todo lo que hay que hacer, conviene que alguien experimentado haga el diagnostico adecuado y realice la maniobra de reducción. Habitualmente los pediatras y otros profesionales sanitarios que atienden niños con urgencias hemos "reducido" más de una pronación dolorosa.

No es necesario hacer ningún tipo de inmovilización si es el primer episodio y el tratamiento no se retarda. Sin embargo, puede estar indicada si el tratamiento se retrasa más de 12 horas o si no se consigue el desbloqueo -como se observa cuando en la maniobra realizada se nota el clic, pero el niño continúa sin utilizar el antebrazo-. En los casos de pronación dolorosa de repetición se puede requerir una inmovilización (férula) durante 2 ó 3 semanas, sobre todo si el niño tiene los ligamentos de las articulaciones muy elásticos (hiperlaxitud ligamentosa).




30 de enero de 2010

Aquello que decimos

Imagen de Patrice Barton


Los niños creen en los padres. Cuando les decimos una y otra vez que son encantadores, que son los príncipes o princesas de la casa, que son guapos, listos, inteligentes y divertidos, se convierten en eso que nosotros decimos que son. Por el contrario, cuando les decimos que son tontos, mentirosos, malos, egoístas o distraídos, obviamente, responden a los mandatos y actúan como tales.


Aquello que los padres -o quienes nos ocupamos de criar- decimos, se constituye en lo más sólido de la identidad del niño.Los niños no tienen más virtudes unos que otros. Ahora bien, el niño no suficientemente mirado, mimado, apalabrado y tomado en cuenta por sus padres, dará mayor crédito a sus discapacidades. Y sufrirá. En cambio el niño mirado y admirado por sus padres, amado a través de los actos cariñosos cotidianos, contará con una seguridad en sí mismo que le permitirá erigirse sobre sus mejores virtudes y al mismo tiempo reírse de sus dificultades. Si nos damos cuenta que nuestros hijos sufren, si tienen la auto estima baja, si tienen vergüenza, si se creen malos deportistas, malos alumnos, o que no están a la altura de las circunstancias, si les cuesta hablar, relacionarse, jugar con otros, si suponen que son lentos, o si son víctimas de las burlas de sus compañeros; nos corresponde accionar a favor de ellos, ya mismo.


Lo peor que podríamos hacer es exigirles que asuman solos sus problemas. Podemos nombrar aquellas virtudes, recursos o habilidades que el niño sí dispone como individuo. Por ejemplo, que es un niño que siempre dice la verdad. Que nunca traicionaría a un amigo. Que es incapaz de lastimar a otro. Que observa y comprende a los que sufren. Que es generoso y tolerante. Decirles a los niños que son hermosos, amados, bienvenidos, adorados, nobles, bellos, que son la luz de nuestros ojos y la alegría de nuestro corazón; genera hijos seguros, felices y bien dispuestos.


Es posible que las palabras bonitas no aparezcan en nuestro vocabulario, porque jamás las hemos escuchado en nuestra infancia. En ese caso, nos toca aprenderlas. Si hacemos ese trabajo ahora, nuestros hijos -al devenir padres- no tendrán que asumir esta lección. Porque surgirán de sus entrañas con total naturalidad, las palabras más bellas y las frases más gratificantes hacia sus hijos. Y esas cadenas de palabras amorosas se perpetuarán por generaciones y generaciones, sin que nuestros nietos y bisnietos reparen en ellas, porque harán parte de su genuina manera de ser. Pensemos que es una inversión a futuro con riesgo cero. De ahora en más… ¡sólo palabras de amor para nuestros hijos! Gritemos al viento que los amamos hasta el cielo. Y más alto aún. Y más y más.


Extracto de un artículo del libro “Mujeres visibles, madres invisibles” de Laura Gutman


20 de enero de 2010

La cenicienta que no quería comer perdices


He descubierto este cuento para "niñas creciditas" desde El Blog Alternativo y os lo traigo porque me ha encantado!

Realizado por Myriam Cameros y Nunila López para un colectivo de mujeres maltratadas... pero que viene a decir que hagas lo que deseas en la vida, dedicado a las mujeres que quieren cambiar y a las que ya no están con nosotros... Éste último punto me gusta personalmente, hay tantas mujeres maravillosas que se han ido sin realizar ni la mitad de sus sueños...

¡Viva la cenicienta vegetariana!




2 de enero de 2010

Delicias con hiel.


Tic, tac. Nuevo año.

A veces un pequeño gesto dice mucho. Muchos pequeños gestos nos pueden hacer felices e infelices. Pasa el tiempo, corre en una dirección a su propio ritmo y no siempre vemos hacia donde va. Hay decisiones que cambian tu vida, para bien o para mal, mientras el tiempo sigue corriendo, lo saboreas o se te escapa de las manos como si fuese agua. Y no hay marcha atrás, ni para lo bueno ni para lo malo. Lo bueno has de disfrutarlo... lo malo ¿intentar cambiarlo? ¿aprender a vivir con ello? ¿Hasta qué punto vale la pena aceptar algo que te hace infeliz? ¿Y qué hacer si no puedes hacer nada?

La infelicidad puede acabar en odio y el odio no es bueno, es un sentimiento tan potente que da miedo y es mejor mirarlo de lejos, sin acercarse.

Y si todo en la vida pasa por algo, si de todo podemos aprender y todo ha de enseñarnos, ¿qué precio hay que pagar para aprender de lo que pudo ser una mala decisión? ¿Cuántas oportunidades da la vida y cuántos errores contemplan esas oportunidades?.

Tengo un sueño: Disfrutar la vida en los brazos de mi familia, vivir con ellos, con aquellos que yo elegí para andar mi camino. Deseo la misma oportunidad que tienen la mayoría de las parejas, de las familias. Tener mi espacio, mi intimidad, mi vida y ser dueña de ella. Pero parece ser que a veces toca aprender a comer delicias con hiel y no estoy segura de ser capaz de aprender a hacerlo. No se cocinar platos dulces con hiel y tampoco se cuánto tiempo soporta el estómago semejante amargura.

Y el tiempo sigue corriendo... no se detiene para nadie.

Tic, tac. Nuevo año.