28 de abril de 2009

Quince minutos



Os copio aquí un texto de Maria Paula Cavana, que además de cierto, me ha parecido muy interesante...
Me ha hecho reflexionar, y sinceramente creo que también entro en ese saco, aunque no tenga la suerte de estar todo el dia con ellos... y de echo en pocos días me obliguen a ampliar la jornada laboral con todo el dolor de mi corazón. Siempre tenemos tantas cosas por hacer, siempre surge algo pendiente, algo atrasado... y ellos pobrecitos, nos siguen reclamando ese ratito que necesitan, que merecen tener en exclusiva...
Pasemos las horas que pasemos con ellos, necesitan un tiempo de piel con piel, de exclusiva atención, de interés, de mimos, de juego olvidándonos de que el resto el mundo existe, de que ahora, solo están ellos... Realmente resulta gratificante regalarse esos minutos... No tiene nada que ver una tarde con los niños mientras barres, tiendes la ropa, pones la otra lavadora, preparas la cena, haces la merienda, haces que coman la merienda, vigilas que no hagan esto, que no cojan aquello... intentas jugar entre medias y luego llega la hora de los baños, la hora de la cena... y cuando te das cuenta, (y si no te das prisa), te has quedado solo con el cuento de antes de ir a dormir... Es sencillo hacer la prueba, tan solo hay que dejar la escoba, la ropa, la lavadora... y disfrutar de ellos. El tiempo se nos escapa en un abrir y cerrar de ojos... hay que atraparlo antes de que vuele para siempre y se lleve esos mágicos momentos...
Comenzar con 15 minutos puede ser una buena idea.






QUINCE MINUTOS

Las mamás que trabajamos, disponemos de contados minutos para estar con nuestros hijos. EL rato de verlos es entre cacerolas y sartenes, y el baño diario y el orden de la habitación.

Las que estamos todo el dia con los peques, sentimos que estamos TODO EL DIA con ellos, pero si desmenuzamos la cosa, vemos que ellos anduvieron detrás nuestro durante toda la mañana y nosotras diciéndoles "espera, ahora no, en un ratito." Luego llegó el momento de jugar, y sonó el teléfono y nos enganchamos media hora, y luego se hizo la hora de comer.

Los hemos bañado, les quitamos los piojos y los hicimos dormir la siesta.

Y llega la noche, y estamos hasta la coronilla de ellos.

Pero no hicimos contacto.

Los quince minutos consisten en esto:



Nos sentamos CON LA COLA EN EL SUELO (esto es FUNDAMENTAL) no vale estar en una silla más alta, ni en otra parte. Es a su altura.

Durante este rato, estamos con ellos, EXCLUSIVAMENTE. Esto es que no tendremos el pollo en el horno, ni atendemos el teléfono, ni les enseñamos cómo se juega al dominó. Estamos allí, para ellos, a disposición.

SI eligen hacer un trencito con el dominó, pues bien. Allá vamos.

Esto va para los recién nacidos, y para el adolescente de 15 años. El tema es que cuando nos disponemos a hacerlo, no damos cuenta del escaso tiempo que pasamos con nuestros hijos, de que creemos que estuvimos pero no estuvimos, y comprendemos cuán pacientes y tolerantes son, porque viven aceptando nuestras postergaciones. Claro que cuando se hartan de nosotros y nos lo hacen saber, los tildamos de "caprichosos" y listo. Maravillas del poder adulto, que acalla todo aquello que le estorba.

PRIMER TEMA: La mitad más una de nosotras diremos que no tenemos tiempo.

Y se los creo. Me incluyo.

Pero si sacamos cuentas, pasamos mucho más tiempo aguantando berrinches, o discutiendo, o intentando que ordenen sus cuartos, que se bañen o que colaboren en la casa. Y todo esto es mucho más fácil de lograr cuando ellos ya han tenido lo que necesitaban: a nosotras.

SEGUNDO TEMA: Es prácticamente imposible tolerar media hora allí. Simplemente intolerable.

Se nos ocurren 400 cosas para hacer, para anotar, decimos "un segundito y vengo" y nos escapamos.

Es muy fuerte estar frente a este espejo que son nuestros hijos, simplemente no haciendo nada. Hagan la prueba, las invito!!!!

La consulta de moda son los niños con ADHD (que traducido es algo así como déficit de atención e hiperkinesia). Pero resulta que investigando, son niños que tienen que hacerlo todo "a mil" porque nunca nos tienen en exclusiva para ellos. Nos hablan rápido, juegan poquito rato y no pueden fijar la atención.

Y nosotros...cuánto fijamos la atención en ellos??

A mi, como mamá, la primera vez que me senté con la cola en el piso, me pasó que terminé llorando. Me angustié muchísimo.

Simplemente no podía estar allí, sin hacer nada. Necesitaba enseñarle algo a mi hija, o decirle cómo se jugaba, o intervenir. Me costó -y me cuesta todavía- dejarme llevar, que ellos propongan las actividades, a su manera. Ser uno más, y no su mamá o su educadora.

Estemos disponibles.

Con los más grandecitos (ideal cuando hay celos por el hermanito) es lindo salir a desayunar solos, o a la plaza, a donde sea, solos.

Ocurren maravillas.

Tratemos a los niños como nos gustaría que nos traten a nosotros.

Si nuestro compañero nos tratara así... si nos escuchara mientras se afeita o fríe milanesas...si no se detuviera a mirarnos a los ojos un rato largo...sentiríamos que algo no anda bien. Pues algo no anda bien en la forma en que criamos a nuestros hijos.

Para relacionarnos, necesitamos hacer CONTACTO.

A todos nos es más fácil aceptar que el otro haga lo que tiene que hacer, si ya hemos tenido "nuestro ratito". Los niños son seres humanos, y tienen la misma capacidad de comprensión desde que nacen hasta que mueren (F. Doltó)

María Paula Cavanna
Lic. en Psicología
Puerperio-Lactancia materna-Crianza





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